domingo, 1 de septiembre de 2013


La defensa de la educación pública para que sea cierta y consecuente, debe estar acompañada de su fortalecimiento cualificado. Y abordar semejante cometido, demanda que superemos la simple consigna; la mera faceta tipo agitación. Corresponde dotarla de contenido, desagregar éste en puntos concretos, en puntuales exigencias. Y encarar la lucha, invirtiendo en (activo) una política de alianzas en el terreno social, capaz de hacer sostenible la misma, para obligar al gobierno a responder de modo pertinente y en serio,  a lo planteado como objetivo democrático y de bienestar para la gente.
De modo general este propósito presupone dos componentes: Las exigencias a negociar a través de la movilización, y los aportes de los maestros más allá de ser sujetos de la lucha democrática. Es decir, visualizar el campo de las realizaciones, de las nuevas conquistas con los sujeto de esas mismas transformaciones y portador de ellas. El maestro tomándose en serio, descubriéndose y desatando su  grandeza en acciones pertinentes con sus saberes, propuestas culturales, eventos didácticos y pedagógicos; en creatividad e imaginación. Y el gremio y los sindicatos, exhortando el desencadenamiento de este rol.
Esta última dimensión implica para los maestros y su gremio, asumir una postura realmente de avanzada; construir algo así como una escuela de docentes en condiciones de…, maestros aptos para “empresas” inéditas, amén de apoyar decisivamente,  políticas públicas promotoras de calidad: Que cohortes de los mejores bachilleres escojan la carrera docente, que el estado además,  patrocine de distintas maneras,  maestrías y doctorados en docencia para las diferentes especialidades. Que las investigaciones y los artículos científicos como la realización en proyectos y experiencias de carácter significativo en las aulas y en la relación comunidad - escuela,  se cuenten como créditos importantes para ascender en el escalafón y/o para aumentos salariales.
Los maestro, el gremio y su dirigencia, no pueden seguir protagonizando y/o contemporizando con prácticas perversas, entre las cuales jugarle sucio a la educación y a la sociedad, ha devenido en “pan nuestro de cada día”, lo que significaría enfrentar en el sector, las diversas formas de corrupción que han encontrado residencia en las diferentes instancias administrativas en los niveles: local, departamental como nacional; en el gremio y la escuela misma.
Con lo uno y lo otro, la educación pública debe ganar la calidad de oferta consistente, atractiva y sólida en materia educacional con criterio multilateral, para la sociedad, que emule, si se quiere, con la del sector privado, negando en la práctica ser parte de ese mecanismo de segregación que desde la educación legítima los privilegios y las oportunidades para una élite, excluyendo a la inmensa mayoría. En este concreto aspecto,  la educación pública no puede seguir siendo mediocre propuesta para congelar la movilidad social. Educación para “pobrecitos”. Y los primeros convencidos de una oferta educativa de calidad, han de ser los maestros mismos con su formación y desempeño (en la que han intervenido, de la que han participado; peleándolas). Incluyamos en visión a funcionarios del sector,  como supervisores, directores de núcleo, “técnicos” y expertos del MEN.
Si las organizaciones sindicales como los órganos con conciencia gremial (de oficio, con ética y profesionalismo) y la dirigencia de éstos,  continúan de espaldas a ésta perspectiva de construcción, todo lo que se diga es verborrea de la peor, puro “mete mono”. En últimas,  complicidad con lo más  atrasado y descompuesto de la alianza de clases en el poder de Estado. Una descomunal inmoralidad! ¡Ya basta!
Empezar a darle la cara al país, construyendo ésta identidad y asumiendo este reto, es la mejor forma de afrontar el post-conflicto. Es nuestro aporte a la Paz.

Ramiro del Cristo Medina Pérez

Santiago de Tolú, agosto 19 - 2013




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